Se guardaba vigilio para los muertos. Las campanas de iglesias y conventos sonaban toda la noche y para acompañar al campanero, las familias asaban castañas y monitatos y más adelante se acompañó de panellets y huesos de santo.
El orígen de la fiesta estaba relacionado a la cosecha, el final del verano y supuestamente una noche donde los espíritus (los buenos y los malos) andaban entre los vivos. La gente se disfrazaba de animales, brujas o duendes para confudir a los espíritus malvados que de otra manera podrían apoderarse de sus cuerpos.
Se realizaba con la recogida de este fruto y servía también como agradecimiento por la cosecha recibida.
Las castañas se pueden asar con miel o cocidas con leche y se suelen acompañar de otros frutas y dulces de temporada como boniatos, higos nueces, bellotas, granadas, castaña confitada, dulce de membrillo, pastel de calabaza, huesos de santo y panellets y, a veces, de bebidas como la sidra dulce, la mistela y el moscatel.
La castañera de la foto es un cuento de Ferrádiz, reducido por Mati
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